Damos importancia a los médicos que cuidan el cuerpo, pero nos avergonzamos de los que cuidan el alma. Nuestro orientador de ESO y Bach publica mañana en el especial de Educación a Fondo de La Gaceta esta reflexión sobre la importancia de la salud mental de nuestros alumnos.
El poeta romano Juvenal que vivió entre el siglo I y II, ya nos advirtió en esta máxima la estrecha relación entre la salud mental y la salud del cuerpo. Llegó a ser el lema oficial de los Juegos Olímpicos, haciendo hincapié en la salud corporal. Son frecuentes los consejos sobre una alimentación adecuada, ejercicio, dormir bien….aspectos importantes para una salud corporal, para estar en forma. Nos cuesta recordar los requisitos para una buena higiene mental.
Tras la crisis pandémica del COVID 19, hemos empezado a hacer hincapié en la salud mental. No es sólo ausencia de trastornos mentales, sino la capacidad y la fortaleza para hacer frente al estrés cotidiano, a los pequeños o grandes contratiempos que se presentan cada día, en el trabajo, en el hogar, con los amigos…. Salud física y mental están interrelacionados, una depende de la otra. Si tengo sentimientos positivos, ganaré la carrera, conseguiré mi objetivo. De lo contrario, los miedos, la baja autoestima, la falta de seguridad en uno mismo, impedirán que consiga mi objetivo o mi sueño. La salud física y mental se alimentan en nuestras relaciones sociales, en la comunicación con los demás, en el compartir nuestros estados de ánimo.
Un aspecto muy importante para mantener el equilibrio personal y la salud mental es la resistencia a la frustración. La frustración es un sentimiento desagradable que surge cuando no conseguimos lo que deseamos. La sociedad se empeña en proporcionar a nuestros menores todo lo que desean, solicitan o exigen, para evitar que se “frustren”. Nos da miedo que los muchachos se aburran, igual que nos da miedo que se frustren y hagan “alguna tontería”. ¿Es bueno tener todo lo que se desea, cuando se desea y cómo se desea? Todos nos hemos enfrentado alguna vez a la frustración En nuestra vida cotidiana estamos expuestos a la frustración: un examen que no apruebo, un amigo que no me invita a su cumple, un capricho que no me puedo permitir porque se me sale del presupuesto…. No podemos reaccionar de forma violenta cuando algo no nos sale bien: rompiendo cosas, enfrentándonos a la gente, etc. Todos tenemos límites relacionados con nuestra biología como es la incapacidad de volar. Las reglas sociales nos imponen unos límites a nuestra actuación que aceptamos personalmente porque suponen un respeto al otro. Los límites son necesarios para saber dónde podemos llegar y hasta donde podemos llegar. El niño construye su personalidad acumulando experiencias vitales, positivas y negativas y siendo consciente de los límites que nos ponen continuamente a prueba y nos muestran hasta dónde podemos llegar.
Para desarrollar una buena salud mental y manejar con éxito la frustración es necesaria una buena educación emocional. Con ayuda de la educación emocional, nuestros alumnos aprenden a descubrir, identificar, expresar y regular las emociones, aprenden a conocerse mejor a sí mismos, haciendo un ejercicio de introspección. La educación emocional se trabaja en el centro educativo como parte de una educación integral, desarrollando habilidades sociales para integrarse de forma activa y constructiva en el grupo. El educador actúa como un “coach”, semejante a los que contratan los equipos de fútbol, estimulando a sus alumnos a que consigan el máximo desarrollo de sus capacidades, compartiendo sus estados de ánimo y sus inquietudes y ayudando a verbalizar las situaciones estresantes para canalizarlas de forma adecuada. Manejar la frustración es un aspecto fundamental de la educación emocional porque nos permite expresar nuestros deseos y buscar formas creativas de conseguirlos, demorando la recompensa cuando sea necesario sin refugiarse en conductas de riesgo como el consumo de drogas o caer en la depresión.
José Manuel Martínez Fuertes
Orientador ESO y Bachillerato